Un templario en Marte
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Entre crucifijos, ostias y sonetos, Rogelio transcurría sus días de mocedad, acudiendo cada tarde a la parroquia, cumpliendo con sus tareas de monaguillo, portero y asistente del sacerdote, con dedicación y entusiasmo sus tareas iban desde arreglar el altar con las flores que las vecinas traían, hasta disponer la modesta comida del párroco. Desde pequeño su vocación religiosa se manifestó claramente, avocándose a leer vida y milagros de los santos, mas tarde se inclinó a una lectura mas intensa y poética, sumando se a los poetas con sus maravillosos sonetos, increíbles para un niño. Rogelio y una tía, quien ejercía como su tutora, conformaban la familia, la tía que inesperadamente había recibido este niño bajo su responsabilidad.
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